jueves, 28 de abril de 2011

La educacion como practica para la libertad "Paulo Freire"

La sociedad Brasileña en transición:

Freire comienza este capítulo manifestando que es fundamental partir de la idea de que el hombre es un ser de relaciones y no sólo de contactos, no sólo en el mundo sino con el mundo. De su apertura a la realidad, es de donde surge el ser de relaciones que es, resalta esto que llamamos estar con el mundo. Por ello considera que la manera de captar los datos objetivos de su realidad, como de los lazos que unen un dato con otro, es de natural crítica, por ello reflexiva y no refleja. El hombre es el único ser capaz de trascender no solo en su capacidad de distinguir un “yo” de un “no yo”, sino también en la conciencia de su finitud, de ser inacabado y cuya plenitud se halla en la unión con su Creador, unión que jamás podrá ser de dominación o domesticación sino siempre de liberación. De ahí que la religión que encarna este sentido trascendental de relaciones jamás podrá ser instrumento de alineación, sino de liberación.

El hombre con capacidad de discernir por qué existe y no sólo por qué vive, halla la raíz del descubrimiento de su temporalidad, descubrimiento importante que comprende el ayer, reconocer el hoy y descubre el mañana. El exceso de tiempo en el que viven las culturas iletradas perjudica su temporalidad, que solo conocerá mediante el discernimiento y con la conciencia de esta temporalidad la de su historicidad.

En la medida que emerge del tiempo, liberándose de su unidimensionalidad, discerniendo sus relaciones con el mundo, se impregna de un sentido consecuente. Sentido que tiene la capacidad de crear y recrear, interfiriendo en la realidad para modificarla, discerniendo, trascendiendo se lanza el hombre a un dominio que le es exclusivo, el de la historia y de la cultura.

La integración en su contexto, que resulta de estar en el mundo y no solo con el mundo, hace del hombre un ser situado y adaptado y no un ser acomodado o ajustado, síntomas estos últimos de deshumanización, que lo hace sentir desadaptado y desamparado.

Cuando se da la integración, esta se profundiza y perfecciona en la medida en que la conciencia se torna crítica, de lo contrario el hombre se convierte en un simple ser acomodado o ajustado, para quien la historia o la cultura no tendrían sentido, pues le faltaría la marca de libertad, por eso cada vez que se le limita la libertad, se transforma en un ser meramente ajustado o acomodado.
A partir de las relaciones del hombre con la realidad resultado de estar con ella y en ella, por los actos de creación, recreación y decisión, éste va dinamizando su mundo, va dominando la realidad, humanizándola con algo que él crea, va temporalizando los espacios geográficos, hace cultura, generando sociedades dinámicas, creando historia.

Es por ello que Freire considera que la gran tragedia del hombre moderno es que, dominado por la fuerza de los mitos y dirigido por la publicidad organizada, ideológica o no, renuncia cada vez más sin saberlo, a su capacidad de decidir, siendo expulsado de la órbita de las decisiones. Este hombre no capta las tareas de su época, le son presentadas por una élite que las interpreta y se las presenta en forma de recta a ser seguida. Este hombre se cree salvado, cuando por el contrario se ahoga en el anonimato de la masificación sin esperanza y sin fe, domesticado y acomodado, no siendo sujeto, siendo puro objeto que lo inclina al gregarismo falto de critica y amor, solo percibe que los tiempo cambian, incapaz de comprender el significado de ese cambio.

Las sociedades en cambio de una época a otra, exigen la formación y el desarrollo de un espíritu también flexible usando funciones cada vez más intelectuales y menos instintivas y emocionales.
Freire define la sociedad brasileña del momento como una sociedad cerrada, colonial, esclavizada, sin pueblo, “refleja”, antidemocrática, sin conciencia de pueblo. Pero en ella vislumbra el germen del cambio, que la convierte en una sociedad en tránsito, donde se producen los choques propios de los sistemas autoperpetuadores y los sectores emergentes y buscadores del cambio.

Es por ello que la educación dentro de este tránsito adquirirá mayor importancia, su fuerza se basaría sobre todo en la aptitud que tuviésemos para incorporarnos al dinamismo del tránsito. De adentramiento en la nueva sociedad que se anuncia y que a través de la transición se engendraba en la vieja.

No es necesario señalas demasiado la obviedad que nuestra salvación democrática se basaría en una sociedad homogénea y abierta. Esta apertura constituía uno de los desafíos fundamentales para una respuesta adecuada y difícil. Estas fuerzas estaban convencidas, que la apertura de la sociedad brasileña se haría en términos pacíficos. Otras por el contrario buscaban volver a posiciones reaccionarias para hacernos permanecer indefinidamente en el estado en el que nos encontrábamos.

En este momento, los hombres y las instituciones se dividen en reaccionarios y progresistas, aun cuando había categorías intermedias. Hecha la opción, por la profundidad de las contradicciones, las tendencias era radicalizarse en la opción.
La radicalización implica el enraizamiento que el hombre hace en la opción, es positiva, porque es preponderantemente crítica y amorosa, humilde y comunicativa. El hombre radical en su opción no niega el derecho a otros de optar. No pretende imponer su opción, dialoga sobre ella. Está convencido de su acierto, pero respeta en otro el derecho de juzgarse también dueño de la verdad; intenta convencer y convertir, pero no oprime a su oponente; tiene el deber, por una cuestión de amor, de reaccionar con violencia a los que prenden imponerle el silencio. A los que en nombre de la libertad matan, en sí y en él, la propia libertad. La posición radical que es amorosa, no puedes auto flagelarse.

Pero no estando preparado para este desafío el hombre brasileño y sus élites, desembocaron en el sectarismo y este tiene una matriz preponderantemente emocional, acrítica, arrogante, antidialogal y por eso anticomunicativa. Es reaccionaria y asumida por un derechista, que para nosotros es un sectario de “nacimiento”, o un izquierdista. El sectario nada crea porque no ama. No respeta la opción de los otros. Pretende imponer la suya de ahí la inclinación del sectario al activismo que es la acción sin control ni reflexión. De ahí el gusto por eslóganes que difícilmente sobrepasan la esfera de los mitos y por eso mismo, mueren en sus mismas verdades, se nutre de lo puramente “relativo” a lo que atribuyen valores absolutos.

El radical, por el contrario, rechaza el activismo somete siempre su acción a la reflexión. El sectario, sea de derecha o de izquierda, se enfrenta a la historia como su único hacedor, como su propietario, difieren porque, mientras que uno pretende detenerla, el otro pretende anticiparla. De ahí que se identifiquen en la imposición de sus convicciones, en la reducción del pueblo a masas, pues esta no pesa para el sectario, salvo como apoyo a sus fines. La masa no piensa, piensa por ella y se considerará protegida por el sectario que jamás hará una revolución verdaderamente liberadora, precisamente por que tampoco él es libre.

En Brasil la supremacía no era de los radicales, sino de los sectarios, lo que hacía temer por el destino democrático del país. En verdad, en las sociedades alineadas, condición de donde partíamos, las generaciones oscilan entre el optimismo ingenuo y la desesperación. Incapaces de crear proyectos autónomos de vida, buscando en trasplantes inadecuados la solución de los problemas de sus contextos, son así utópicamente idealistas, para hacerse después pesimistas y desesperados. El fracaso de sus empresas, basado en su poca organización, confunde a sus élites y conservándolas en una posición ingenua, frente a los problemas.

Pero un día comienzan a hacerse críticos y por ello renuncian tanto al optimismo ingenuo como a los idealismos utópicos, cuando se ven con sus propios ojos y se consideran capaces de proyectar, la desesperación de las sociedades alineadas se convierte en esperanza y autoconfianza.

Existían, empero, fuerzas internas y externas interesadas en que la sociedad brasileña no se transformara, planteando dulces imposiciones con soluciones asistencialistas. El gran peligro del asistencialismo está en la pasividad que impone al hombre, no ofreciendo posibilidades para el desarrollo o la “apertura” de su conciencia que en las democracias auténticas ha des ser cada vez más crítica.

Lo que importa realmente, es ayudar al hombre a recuperarse. También a los pueblos. Hacerlos agentes de su propia recuperación. Ponerlos en una posición conscientemente critica frente a sus problemas. El asistencilismo por el contrario, es una forma de acción que roba al hombre la posibilidad de ser responsable, el tomar decisiones en problemas grandes o pequeños que afecte a intereses ajenos y a propios, con los que se sienta comprometido. En el asistencialismo lejos de existir responsabilidad hay pasividad y domesticación.

Al pueblo sólo se le puede ayudar a insertarse críticamente en el proceso mediante la educación, ni mediante el engaño, ni la fuerza, sino con una educación valiente, ofreciendo reflexión sobre sí mismo, sobre su tiempo, sobre sus responsabilidades, sobre su papel en la nueva cultura de la época de transición. Una educación que le facilitase la reflexión sobre su propio poder de reflexión y que tuviese su instrumentación el desarrollo de ese poder, en la explicación de sus potencialidades, de la cual nacería su capacidad de opción.

El pueblo Brasileño pasó de una posición inicial de “intransitividad de conciencia” emergió la transitividad ingenua.

En la medida que el hombre o el pueblo amplía su poder de captación y de respuesta a las sugerencias y cuestiones que parten del exterior y aumenta su poder de dialogo, no sólo con otros hombres sino con su mundo, el hombre se “transitiva”. Sus intereses y preocupaciones se prolongan a otras esferas, no sólo a la simple esfera vital, lo que hace permeable al hombre, llevándolo a vencer su falta de compromiso con la existencia y lo compromete casi totalmente.
La transitividad ingenua que se encontraba el país en aquel momento, según el autor, se caracteriza por la simplicidad en la interpretaciones de los problemas, por la tendencia a juzgar que el tiempo mejor fue el tiempo pasado; por subestimar al hombre común; por una fuerte inclinación al gregarismo característicos de la masificación; por la impermeabilidad a la investigación, a la cual corresponde un gusto acentuado por las explicaciones fabulosas; por la fragilidad de la argumentación; por un fuerte tenor emocional; por la práctica no propiamente del dialogo sino de la polémica; por las explicaciones mágicas.

Con una educación dialogal y activa orientada hacia la responsabilidad social y política, se conseguiría una transitividad crítica característica de los auténticos regímenes democráticos y corresponde a formas de vida altamente permeables, interrogadoras, inquietas y dialogales, en oposición a formas de vida “mudas”, quietas y discursivas, de las fases rígidas y militarmente autoritarias, como desgraciadamente vivía el brasil del momento. Este trabajo educativo tiene que estar alerta del peligro que encierra la masificación en íntima relación con la industrialización.

Sociedad Cerrada e Inexperiencia Democrática

En este capitulo el autor se centra en la inexperiencia democrática del país, como uno de los puntos de estrangulamiento de la capacidad de democratización del mismo.

En Brasil, la colonización tuvo características marcadamente depredadoras, lo que produjo una fuerte explotación convirtiéndola en una gran "empresa comercial", donde el poder de los señores dueños de las tierras sometía a la gran masa campesina y nativa del lugar, otorgándoles trato de esclavos. La educación de los colonizadores pretendía mostrar a los aborígenes la indignidad de su cultura y la necesidad de aplicar un sistema educativo cultural ajeno, que mantuviera esta situación de explotación e indignidad humana, construyendo en definitiva una sociedad cerrada.

El hombre brasileño fue creciendo en un ambiente de autoritarismo y proteccionismo, con soluciones paternalistas que surgen del mutismo brasileño, conciencia mágica, donde en la sociedad no existe el diálogo ni la capacidad crítica para relacionarse con la realidad.

Las relaciones sociales están divididas por las diferencias económicas, creándose una relación de amo y señor. El mutismo brasileño está marcado por la falta de vivencia comunitaria y por la falta de participación social. Ya que no había conciencia de pueblo ni de sociedad, la autoridad externa era el señor de las tierras, él era el representante del poder político y todo lo administraba. Esta forma de dominación impedía el desarrollo de las ciudades: el pueblo era marginado de sus derechos cívicos y alejado de toda experiencia de autogobierno y de diálogo.

Freire considera que estas no eran condiciones para poder constituir aquel “clima cultural especifico” para el surgimiento de los regímenes democráticos referidos por Barbu. La democracia, que antes que forma política es forma de vida, se caracteriza sobre todo por la gran dosis de transitividad de conciencias en el comportamiento humano, transitividad que no nace y no se desarrolla salvo bajo ciertas condiciones en las que el hombre se lance al debate, al examen de sus problemas y de los problemas comunes en las que el hombre participe.

Instaurar una sociedad democrática debe hacerse no sólo con el consentimiento del pueblo, sino con sus propias manos. Exige ciertas calificaciones. A fin de construir su sociedad con sus “manos”, los miembros de un grupo deben poseer considerable experiencia y conocimiento de la cosa publica. Necesitan instituciones que les permitan participar en la construcción de su sociedad.

También necesitan una específica disposición mental esto es, ciertas experiencias, actitudes, prejuicios y creencias compartidos por todos o al menos por una gran mayoría del pueblo y esta situación se produjo cuando la sociedad brasileña tradicional comienza a descomponerse, lo que permitió una cierta participación del pueblo en la gestión de la cosa pública, lejos del asistencialismo de la etapa anterior, la sociedad comienza un proceso de apertura, se abre.

El comienzo del avance industrial brasileño a finales del siglo XIX, da un vigoroso impulso civilizador debido a la inmigración, la supresión de la esclavitud. La nueva economía basada en el trabajo libre, aumenta la producción y contribuye a la transformación de la estructura económica y social, que no podría dejar de modificar los hábitos y la mentalidad, sobre todo en las poblaciones urbanas.

Este proceso se consolida después de la primera guerra mundial, lo que supuso un desarrollo enorme de la urbanización, generadora a su vez, de un afloramiento de los campos de las artes de la literatura y de las ciencias. El país comienza en encontrarse consigo mismo, su pueblo emerge hinchando su experiencia de participación, lo que provoca choques entre los viejos y los nuevos planteamientos, dando como resultado el golpe militar que mandó al exilio al propio autor.

Educación Versus Masificación

Esta transición de la sociedad brasileña, motivará al autor a buscar respuestas, en el campo de la pedagogía, respuesta que tome en consideración el problema del desarrollo económico y de la participación popular. Pedagogía creadora de una educación que pueda ayudar al hombre a salir de su experiencia antidemocrática, antihumana que no permite al hombre descubrirse como recreador de su mundo, como un ser importante, con poder de cambiar para mejor la realidad.

Freire estaba convencido de que la contribución del educador brasileño a su sociedad en nacimiento, frente a los economistas, los sociólogos, como todos los especialistas que buscan mejorar sus pautas, habrá de ser una educación crítica y criticista, de una educación que intente el pasaje de la transitividad ingenua a la transitividad crítica, ampliando y profundizando la capacidad de captar los desafíos del tiempo, colocando al hombre brasileño en condiciones de resistir a los poderes de la emocionalidad de la propia transición. Armarlo contra la fuerza de los irracionalismos, de los que era presa fácil, en la posición de transitividad ingenua en la que se encontraba.

En definitiva busca hacer efectiva una aspiración nacional que se encuentra presente en todos los discursos políticos del Brasil: la alfabetización del pueblo brasileño y la ampliación democrática de la participación popular. El régimen oligárquico, imperante en Brasil hasta 1930, tomó el tema del analfabetismo y lo convirtió en tema de sus discursos, transformando la analfabetización en un verbalismo vacío, carente de acción concreta. El régimen que viene luego del régimen oligárquico continúa en la misma línea demagógica que no busca, en la práctica, un cambio real y efectivo, la liberación del hombre, sino más bien la elaboración de un discurso atrayente y de moda en su época.

Freire nos dice que en la medida que las clases populares emergen y descubren la manipulación a que los tiene sometido las élites gobernantes, se inclinan siempre que pueden a respuestas agresivas, violentas, respondiendo las élites asustadas con tendencia a silenciar a las masas populares, domesticándolas por la fuerza o con soluciones paternalistas, con lo que pretenden detener el proceso del cual surge la elevación popular con todas sus consecuencias.

El autor considera que para que exista base democrática tiene que lograrse el desarrollo económico, que suponga la supresión del poder inhumano detentado por las clases muy ricas, que oprimen a los muy pobres y así hacer coincidir el desarrollo con un proyecto autónomo de nación brasileña.

Este desarrollo incluye reformas estructurales y cambios de mentalidades, de ahí la necesidad de una educación valiente, que discuta con el hombre común su derecho a la participación, una educación que lleve al hombre a una nueva posición frente a los problemas de su tiempo y de su espacio, que intimide con ellos, de estudio, en vez de mera, peligrosa y molesta repetición de fragmentos y afirmaciones desconectadas de su condiciones de vida.

No hay nada que comprometa más la superación popular que una educación que no permita al educando experimentar el debate y el análisis de los problemas y que no le propicie condiciones de verdadera participación.

La educación tendría que ser ante todo un intento constante de sustituir hábitos pasivos y antiguos por nuevos de participación e ingerencia.

La educación es un acto de amor, por tanto, un acto de valor. No puede temer el debate, el análisis de la realidad; no puede huir de la discusión creadora.

El autor entiende que no se aprender a discutir y a debatir con una educación que impone, que dicta ideas, que no las cambia, cuando se dictan clases y no se discute o debaten los temas. En este contexto se trabaja sobre el educando, no trabajamos con él. Le imponemos un orden que el no comparte, al cual sólo se acomoda, no le ofrecemos medios para pensar auténticamente, por que al recibir las fórmulas dadas simplemente las guarda. No las incorpora, porque la incorporación es el resultado de la búsqueda de algo que exige, de quien lo intenta, un esfuerzo de recreación y de estudio. Exige reinvención. No sería posible formar hombres que impulsen la democracia con una educación de este tipo.

Por el contrario Freire considera que cuanto más crítico es un grupo humano, tanto más democrático y permeable es. Tanto más democrático, cuanto más ligado a las condiciones de su realidad

Educación y Concienciación

El autor niega que la democratización de la cultura sea su vulgarización, negando igualmente que peda ser fabricada en bibliotecas y entregada al pueblo para su consumo, por el contrario considera que en la medida que los procesos de democratización se hacen más generales, se hace también más difícil dejar que la masa permanezca en un estado de ignorancia, entendiendo esta no solo como analfabetismo, sino en la participación crítica, que es una forma de sabiduría.

Estas convicciones son contrastadas en experiencias como las realizadas en el Movimiento de Cultura Popular de Recife, coordinando un proyecto de Educación de Adultos. Dentro del proyecto se crean instituciones básicas de educación popular como “el Circulo de Cultura” y el “Centro de Cultura”, donde se instituyeron debates de grupo que permitían reflexionar sobre los asuntos, así como la búsqueda de acciones para transformar la realidad.

De esta experiencia surge la necesidad de trabajar en la alfabetización de adultos, con métodos igualmente activos que diera resultados positivos como los realizados hasta el momento. Un método activo que fuese capaz de hacer crítico al hombre a través del debate en grupo de situaciones desafiantes, estas situaciones tendrían que ser existenciales para tales grupos.

A la pregunta de cómo realizar esta educación capaz de proporcionar al hombre medios para superar su actitudes mágicas o ingenuas frente a su realidad, ayudándolo a crear, si era analfabeto, el mundo de signos gráficos, Friere considera que esto solo puede lograrse con un método activo, dialogal y participante. El dialogo se sitúa frente a la imposición de la formación histórico-cultural, generadora de antidialogo, de una relación vertical de el educador sobre el educando, que no concibe crítica, no es humilde, Es desesperante, arrogante, autosuficiente, es decir el antidialogo no comunica. Se precisaba, por tanto de una pedagogía de la comunicación para favorecer el dialogo activo.

Parece que la manera de comenzar este nuevo programa es ayudar al analfabeto a descubrir el sentid antropológico de cultura. La cultura como aporte que el hombre hace al mundo. La cultura como el resultado de su trabajo, de su esfuerzo creador y recreador. La cultura como adquisición sistemática de de la experiencia humana, por eso crítica y creadora, no como mera yuxtaposición de recetas dadas. En definitiva la democratización de la cultura requisito indispensable para la democracia.

El aprendizaje de la escritura y de la lectura es la llave con la que el analfabeto iniciará su incorporación al mundo de la comunicación. En suma el hombre en el mundo y con el mundo, que permita a los seres humanos cambiar sus anteriores actitudes y describirse como hacedor de cultura, en igualdad de condiciones con el letrado. La cultura es toda creación humana.

Las personas analfabetas aprenden así a ser autores y testigo de su propia historia; capaz de escribir su propia vida, es decir, biografiarse, existenciarse e historizarse.

Fases del método:

1º Fase: Obtención del universo vocabular de los grupos con los cuales se trabajará:

2º Fase: Elección de las palabras seleccionadas del universovocabular investigado.

3º Fase: Creación de situaciones existenciales típicas del grupo con el que se va a trabajar.

4º Fase: Elaboración de fichas que ayuden a los coordinadores en su trabajo.

5º Fase: Preparación de Fichas con la descomposición de las familias fonéticas correspondientes a los vocablos generadores.


Ejecución práctica (del método):

Utilizaremos la palabra "tijolo" (ladrillo en portugués) como primera palabra "generadora", colocada en una situación de trabajo de construcción.

Una vez que se tienen las palabras más significativas, se somete al proceso de reflexión, en búsqueda de mayor objetividad, de los "círculos culturales". Discutida la situación en sus aspectos posibles, se realizaría la vinculación semántica entre la palabra y el objeto que denomina (la palabra se nombra junto al objeto dicho: lo que se busca es la asociación de la palabra con el objeto). Visualizada la palabra dentro de la situación, es, posteriormente, presentada sin el objeto: "tijolo".

Con este método, la persona cambia su manera de ver el mundo, se siente partícipe de él y artífice de su propia vida. Surge lo que Freire llama la conciencia que no es tan sólo el reconocer la situación que se vive, sino el compromiso y proceso de transformación.

En la medida en que al discutir los grupos fueron percibiendo el engaño que hay en la propaganda, por ejemplo de ciertas marcas de cigarrillos en que aparece una bella chica en bikini, sonriente y feliz (y que ella, con su sonrisa, su belleza y su bikini, ni tiene nada que ver con el cigarrillo), irían descubriendo la diferencia entre educación y propaganda, Por otro lado, se prepararían para discutir y percibir los mismos engaños en la propaganda ideológica y política, en los eslóganes.

Esto nos pareció siempre una forma correcta de defender la autentica democracia y no una forma de luchar contra ella. Luchar contre ella es hacerla irracional, aun cuando se haga en su nombre. Es enriquecerla para defenderla de la rigidez totalitaria. Es tornarla odiosa, cuando sólo crece en respeto a la persona y en amor. Es cerrarla cuando solo vive en apertura. Es nutrirla de miedo cuando debe ser valiente. Es hacerla instrumento de los poderosos contra los débiles. Es familiarizarla contra el pueblo. Es alienar una nación en su nombre.

Defenderla y alcanzar lo que Mannheim llama “democracia militante”, aquella que no teme al pueblo, que suprime los privilegios, que planifica sin enriquecerse, que se defiende sin odiar, que se nutre de la crítica y no de la irracionalidad.

pedagogia

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